INDONESIA V. TRAVESÍA DEL MAR DE JAVA. ISLAS DE LOMBOK, BAWEAN, BELITUNG Y BATAM. Del 31 de octubre al 22 de noviembre de 2015.
Un volcán próximo había erupcionado y había dejado al Piropo totalmente cubierto de una arena fina grisácea. El agua sobre la que flotábamos, totalmente en calma, también tenía polvo finísimo en suspensión en la superficie. La gente local veía la situación como lo más normal del mundo y ni se inmutaron. Era como si lloviera. El cielo era como grisáceo, como un día nuboso, y en el horizonte, la silueta tenue de la montaña humeante nos recordaba en cada momento de donde provenía todo ese polvo. Más allá de la molestia de tener toda la cubierta manchada, la erupción no nos supuso nada más salvo que nos frustró la visita al Rinjani, un volcán en un bonito espacio natural que era la principal atracción de Lombok.
Otro tema de conversación recurrente esos días por allí fue la desaparición, por presunto secuestro, de un velero precisamente en Lombok. Buscando información en internet de la travesía que nos venía por delante, descubrimos la noticia y preguntamos al encargado de la marina por si sabía algo. Su respuesta fue quitar hierro al asunto temiendo lo malo que aquellas novedades suponían para el turismo local. En el sudeste asiático siempre ha habido piratería aunque en las dos últimas décadas se habían reducido muchísimo los ataques y si se recibían, sólo los sufrían los grandes mercantes. Durante años y años nunca se había atacado a un velero. Además, los ataques solían producirse más al norte, o en el Estrecho de Malaca o en el Mar de China. En el caso del velero desaparecido, la situación era confusa según el responsable de la marina. El velero, que no era indonesio, no había hecho trámites para entrar en el país, por lo que, según él, podía estar haciendo algo ilegal. Lo que sí estaba claro es que del barco no se sabía nada. Ya no tuvimos más noticias de este tema y no supimos finalmente qué pasó.
Durante esos cuatros días que separaron nuestra llegada de Bali (que contamos en nuestra entrada anterior), de nuestra partida a través del Mar de Java, nos dedicamos a preparar esa travesía. Nos preocupaba un poco ya que esa navegación suele caracterizarse por la absoluta falta de viento y más en el período de transición entre monzones en el que estábamos. No la pretendíamos hacer de una tirada pero sólo pararíamos en las islas que encontráramos por el camino. Las grandes islas indonesias, Java, Borneo y Sumatra, las dejaríamos para visitarlas en un futuro por tierra. Indonesia era enorme con sus trece mil islas y, lamentablemente, todo no podía verse. Desde Lombok hasta Singapur eran casi mil millas de travesía atravesando el ecuador que deberíamos hacer casi exclusivamente a motor. A nuestro querido motorcito, que cuidábamos mucho, nunca le habíamos dado un tute semejante. Habría que ver si aguantaría. Así pues, cargamos mucho gasoil y llenamos los tanques de agua hasta arriba. Esta operación fue bastante laboriosa porque en la zona de Indonesia en la que habíamos estado (no sabemos si en otras) no había agua potable y siempre era necesario comprar bidones de agua purificada. En este caso, los compramos en la propia marina aunque tuvimos que cargarlas hasta el barco.
Uno de esos días también lo dedicamos para ir a Mataram, la capital de Lombok. Para ello alquilamos una moto. El motivo principal de visitar esa ciudad de nuevo era porque habíamos pedido cita en un ginecólogo para que le hicieran una ecografía a Sandra, ya que entre las 11 y 14 semanas de gestación, había que hacerle una prueba al feto. Una vez en la consulta, el médico se puso a observar y allí no podía medirse nada. El bebé no paraba de moverse de un lado para el otro. Él dijo que sí, que todo estaba bien, pero no se le veía muy convencido por lo que decidimos que repetiríamos la prueba en otro lugar en cuanto pudiésemos. Estas pruebas eran en médicos privados por lo que cada visita debíamos pagarla. Afortunadamente, en Indonesia, todo era muy barato (240.000 rupias, unos 16 euros). De todas formas, la visita no fue en balde porque pudimos ver a nuestro futuro hijo/a y nos hizo muchísima ilusión observarlo tan grande y tan espabilado. Se le podía escuchar el corazón que latía a toda velocidad como es habitual. Fue muy emocionante.
Con la moto, también fuimos a comprar muchas verduras a un mercado local. Llenamos dos mochilas enormes de manzanas, plátanos, tomates, judías, patatas, mandarinas, aguacates… Llevábamos una mochila entre las piernas de Dani y la otra la llevaba Sandra en la espalda. La pequeña motocicleta ya no podía con más.
Entre tantas faenas tuvimos que ir a comer y, como se nos apareció de golpe, nos metimos en un Mc Donald. Nos hizo gracia ver que el uniforme de trabajo en ese local de las chicas musulmanas incluía un pañuelo negro para cubrirse la cabeza en el que estaba gravada la eme característica del establecimiento. Quisimos hacerle una foto a la que servía y le preguntamos antes si podíamos hacerlo. Con una sonrisa, no sólo nos dijo que sí sino que llamó con un grito a las otras chicas que vinieron corriendo. Vinieron todas las del establecimiento, las que servían detrás del mostrador y también las que trabajaban dentro de la cocina. Todas con una sonrisa para posar delante de nosotros. Sin duda, las chicas indonesias eran muy simpáticas. Por cierto, el menú Big Mac costaba dos euros y poco, mucho menos de lo que cuesta en España y era exactamente igual.
La misma mañana de la partida de Lombok, Dani fue a comprar aceite para el motor pero la operación costó lo suyo. La marina estaba lejos del pueblo y hubo que regatear con un bemo a la ida y a la vuelta. Además, como la gente no estaba acostumbrada a que por esa zona un turista anduviera por la calle pidiendo subirse a un bemo, se volvían un poco locos con los precios. Cuando les preguntabas el coste de un viaje sonreían, se quedaban pensando y te decían una barbaridad. Una vez, hasta una señora que había al lado le riñó al conductor por la cantidad desorbitada que estaba pidiendo. Dani no sabía el precio del viaje pero suponía que le pedían mucho. Seguramente, finalmente pagó de más pero al menos pudo reducir tres veces el precio inicialmente previsto. Pero para conseguirlo, había que decir que no, hacer el amago de irse caminando y toda la parafernalia adicional. Sin duda, con los precios a los turistas, la gente local de Lombok se volvía loca y para nosotros, resultaba bastante pesado tener que regatearlo todo.
De regreso a la marina, fuimos a pagar la boya de esos días y nos despedimos del hijo del dueño. El chico, entonces, nos dijo algo que nos horrorizó. Nos dijo que era un buen momento para irse hacia el norte porque había llovido mucho y los incendios de Borneo se habrían apagado. Al parecer, esos fuegos creaban nubes enormes que cubrían el mar de Java e incluso la isla de Sumatra casi permanentemente. Las densas selvas de Borneo, unas de las más primitivas existentes en el mundo, estaban desapareciendo por la existencia de grandes fuegos provocados. El motivo era el de obtener grandes extensiones de tierra disponibles para plantar palma de la que luego se extrae el aceite de palma. Semanas más tarde, ya en la península de Malasia, pudimos comprobar que toda la vegetación que podía observarse no era más que plantaciones y plantaciones de palma, y todo para extraer un aceite que dicen no es nada saludable. Estupendo.
Partimos hacia el Mar de Java pero antes, había que atravesar el Mar de Bali. Este mar es la extensión de agua comprendida entre Bali y las islas de alrededor por el sur y Kepulauan Kangean por el norte.
La travesía del Mar de Java, como hemos comentado, no la íbamos a hacer de golpe sino que pararíamos por las islas que nos vinieran de paso y nuestra primera parada sería en la isla de Bawean, una isla remota y aislada a poco más de 250 millas de Lombok. La travesía fue un continuo intercalar de velas y motor aunque usamos la vela bastante más de lo que nos habíamos imaginado inicialmente. Siempre íbamos a vela si el viento permitía al barco arrastrarse incluso sólo a un nudo. Pero si el viento era tan insuficiente como para no avanzar ni siquiera a esa mísera velocidad, poníamos el motor. La inexistencia de olas permitía mantener las velas abiertas casi sin viento, sólo con el justo para mantenerse abiertas, y es que al no haber movimiento, las velas no gualdrapeaban y, por tanto, no se estropeaban. A veces también usamos el spinnaker que se inflaba con mucha más facilidad. Las corrientes de marea se hacían notar mucho y, o íbamos lentos, o íbamos muy lentos. Uno de los motivos de esa lentitud era que los bajos del barco se habían llenado de conchas últimamente. En Malasia, sin duda, tendríamos que levantar el barco para limpiar la obra viva del Piropo.
La travesía por el Mar de Bali fue, desde un punto de vista del tráfico, de las más intensas que hemos vivido. Por las mañanas aún estaba tranquilo pero por la noche, parecía que toda la población de las islas colindantes se tirara al mar a pescar. Y además, lo hacían con cualquier artefacto que flotase. A veces, las únicas luces de posición que mostraban eran, en el último momento, una pequeña luz frontal que llevaba en la cabeza el pescador. En una ocasión, estuvimos a punto de chocarnos con un artilugio de madera y cañas que encendió una ligera luz cuando estábamos sólo a unos pocos metros. Con estos artefactos, los pescadores se alejaban millas y millas de la costa. Era increíble. La cantidad de pescadores era tanta que por todos lados podías ver luces. Algunos barcos pesqueros eran verdaderas bellezas. Barcos de madera de llamativos colores y formas realmente extrañas con popas parecidas a los antiguos galeones. Además de eso, había barcos mercantes e incluso plataformas petrolíferas. También era habitual ver remolcadores que arrastraban, con larguísimas líneas de decenas de metros, enormes gabarras cargadas con una montaña de carbón. Como guinda del follón y lo peor, había redes depositadas en el fondo que estaban enganchadas en la superficie a un artilugio consistente en unas cuatro cañas de bambú de varios metros de largo a modo de balsa con un palo para indicar su presencia. Por el día, con el mar plano, era posible detectarlas si estabas atento, pero por la noche, sin luna, era totalmente imposible. Era una cuestión de suerte. El problema es que había muchas. Una de las noches, inevitablemente, oímos un fuerte ruido y el motor se paró de golpe. ¡Nos habíamos llevado por delante uno de esos armatostes y nos habíamos quedado enganchados en él! Enseguida entendimos que la situación era grave porque además del daño que podíamos hacerle al motor, el eje podía haber sufrido daños también. En la oscuridad, Dani empezó a cortar cabos y hasta tuvo que subir la plataforma de bambús a bordo para cortar el cabo que unía la misma con la red del fondo. Una vez cortado, aún nos mantuvimos enganchados con algo del fondo y por supuesto, la hélice estaba totalmente enrollada y sin posibilidad de funcionar. Decidimos esperar a que se hiciera de día para quitar el cabo de la hélice. Al cabo del rato, nos dimos cuenta que no estábamos enganchados al fondo como creíamos y que en verdad, estábamos a la deriva. Sin motor, porque la hélice estaba enrollada, y sin nada de viento, la situación no era nada cómoda. Afortunadamente, la costa estaba muy lejos y sin viento, podíamos pasarnos así muchísimas horas sin que tuviéramos problemas mientras no apareciera un mercante. Al día siguiente, en cuanto salió el sol, Dani se tiró al agua y empezó a cortar el cabo. Era muy grueso y muy duro y se había enganchado muy bien por lo que costó bastante cortarlo todo y desembarazarse de él. Finalmente, lo consiguió. Luego, con cierto temor, probamos a encender el motor y con alivio vimos que todo funcionaba perfectamente. Incluso el eje giraba sin movimiento alguno y sin ninguna entrada de agua por la bocina.
Pese a la gran presión pesquera que se veía en la zona, estuvimos viendo peces saltar todos los días casi sin pausa. También vimos delfines. Era un mar todavía muy vivo. Esperábamos que siguiera así durante mucho tiempo. Quizá ayudaba a que la mayoría de la pesca era aún muy artesanal.
Cuatro días más tarde de nuestra partida de Lombok, llegamos a Bawean. Cuatro días para hacer sólo 250 millas. ¡Habíamos conseguido un verdadero récord de lentitud!
La aproximación a Bawean fue siendo aún de noche, pero cuando estábamos echando el ancla ya aparecieron las primeras luces en el cielo. Fondeamos en 9 metros sobre arena en la posición 5° 43.75’ S 112° 40.08’ E. La bahía era amplia y, por supuesto, estábamos totalmente solos de veleros. En la bahía sí habían fondeados dos barcos pesqueros de extrañas formas. Ya bien agarrados en el fondo, Dani se fue a dormir y Sandra se quedó desayunando un crepe de plátano y miel. A las dos horas, Dani se despertó y nos arreglamos para bajar a tierra a por lo que más nos urgía: gasoil, fruta y verdura.
Desembarcamos en una pequeña playa de arena marrón oscura en la que había, subidas en la arena, unas barcas de pesca pequeñas de madera decoradas con colores muy vistosos y con pájaros tallados en la propia madera. Dejamos entonces el auxiliar bien subido en la arena enganchado a un gran palo de bambú. A lo largo de toda la bahía había edificaciones bajas de cemento o madera bastante feas. Caminamos un poco hacia el pueblo, que aún estaba lejos, y en una gran casa de madera en la que había unas personas tomando unas bebidas, preguntamos dónde había una gasolinera. Ellos nos dijeron que allí mismo. No hablaba nadie inglés excepto una persona que medio decía algo por lo que fue difícil entenderse. ¿Eso era la gasolinera? Caminamos con él al interior de la casa y allí vimos unos grandes bidones de combustible. Mira por dónde, habíamos encontrado la gasolinera a la primera. Dejamos allí nuestros pequeños bidones que después ya recogeríamos llenos de gasoil.
Dos de las personas que tomaban unas bebidas, viendo que nos poníamos a andar hacia el pueblo, se ofrecieron muy amables a llevarnos en moto para que no caminásemos. Fueron cinco minutos de trayecto por la costa y enseguida llegamos al pueblo. Este era diminuto, con sólo una calle principal y casas a los lados. Había un pequeño mercado, tiendas de comestibles, un cajero automático, y algún bakso para comer o tomar algo. Entramos en el mercado pero apenas había ya paradas abiertas porque en Indonesia solían abrir sólo, o muy temprano, o muy tarde, justo antes del anochecer. Aún así, pudimos comprar tomates, judías, mangos y acelgas. En una tienda de comestibles cercana, compramos pan de molde y guisantes fritos en una bolsa que se comían para picotear.
Paseamos por la calle y varias niñas y jóvenes nos pidieron hacernos fotos con ellos. Éramos el centro de atención en aquella isla sin turismo.
Fuimos a comer en uno de los muchos y humildes lugares que había para ello, y en él comimos lo que nos sugirió el propietario. Dani comió arroz blanco, salsa de chilis, tres muslos de pollo rebozado y un poco de ensalada. Sandra una sopa de ternera con verduras y arroz blanco. Además, bebimos un zumo de melón con los condimentos raros que en Indonesia les solían poner a los zumos. A estos por ejemplo, les habían echado leche condensada, hielos y sirope de algo. El establecimiento de comidas era nuevo y toda la familia vivía allí mismo. Quisieron hacerse fotos con nosotros y cuando supieron que éramos españoles nos preguntaron por unos nombres que nos costó mucho entender por la pronunciación. Se referían a pilotos de motociclismo a lo que son también muy aficionados en Indonesia.
Volvimos hacia el barco y, otra vez, unas chicas pidieron hacerse fotos con nosotros con sus móviles. Después, se ofrecieron a llevarnos hasta la bahía montados en sus ciclomotores.
Tras una noche tranquilísima, en la que el barco ni se movió en su fondeo, partimos hacia el norte, hacia la isla de Belitung, a unas 350 millas. Si en la anterior travesía habíamos ido lentos, en esta aún lo fuimos más. Empleamos para completarla, los días 9, 10, 11, 12, 13 y 14 por la mañana. Entre la falta de viento, mucho más ausente que en la anterior travesía, las corrientes de marea relativamente intensas y predominantemente en contra, y el casco sucio que llevábamos, no se daba la mejor combinación para hacer buenos ritmos de avance.
Durante esta travesía la presencia de pescadores se redujo. Al menos, de embarcaciones diminutas o artefactos flotantes. Había, eso sí, pesqueros algo más grandes, mercantes y remolcadores arrastrando gabarras.
En el mar vimos muchos peces. También vimos alguna serpiente y muchísimas medusas. Unas eran pequeñas y blancuzcas y otras, rosas y gigantescas.
El cuarto y quinto día el cielo se presentó mucho más nublado y llovió fuertemente en alguna ocasión. Aprovechábamos el viento que creaba la lluvia para abrir vela y avanzar algo sin motor. También para ducharnos con agua dulce y fresca.
La aproximación a Belitung fue de noche. Varias islas y arrecifes rodeaban nuestro destino y confiamos nuestro devenir a la corrección de la carta. Hasta la fecha no parecía que tuviese imprecisiones. Aún así, imponía un poco el dar ciertos giros en mitad de la noche cerrada sabiendo que en algún punto en la oscuridad, había tierra donde podías quedar encallado. No obstante, imaginamos que había mucho margen y el error debía ser muy grande para que tuviera consecuencias. Sin embargo, más tarde, ya en nuestro destino, observaríamos la presencia de una diminuta isla redondeada que no aparecía para nada en la carta, ni siquiera como arrecife. Nos extrañó muchísimo porque el resto de la bahía era bastante precisa. Menos mal que esa isla no nos la habíamos encontrado por la noche.
Justo antes de llegar a Belitung, cayó un fortísimo chubasco que limitó la visibilidad a unos pocos metros. Paramos la marcha e incluso dimos alguna vuelta intentando perder tiempo esperando que amainase un poco. El fondeo no era complicado pero sí convenía que se tuviese la mejor visibilidad posible. Con la lluvia, no se veía absolutamente nada. Finalmente, la lluvia paró y pudimos aproximarnos a la bahía escogida. Teníamos previsto echar el ancla mucho más próximos a la costa pero extrañamente, vimos allí un velero fondeado en un lugar en el que también era posible fondear. Decidimos no inventar y fondear cerca de él. Nos divertimos pensando que podían imaginar desde ese barco que éramos los típicos aguafiestas que teniendo toda la playa para fondear, echan el ancla pegado al otro. La verdad es que en ese caso no era realmente así porque el lugar tenía bastantes arrecifes sumergidos peligrosos y el fondo, no era en todos lados de arena. Con la poca luz que había entonces por las nubes existentes, era imposible verlo con claridad. Cuando nos acercamos al velero, que era neozelandés, nos indicaron muy amablemente que echáramos el ancla por allí ya que la zona era buena porque el fondo era de arena. Así pues, echamos el ancla en 9 metros, sobre arena, en la posición aproximada 002° 33.19’ S 107° 40.59’ E.
Pudimos charlar con los integrantes del velero fugazmente y nos enteramos que partían inmediatamente hacia Bali. Ellos hacían el Mar de Java en dirección contraria a nosotros. Nos comentaron que habían parado allí por problemas en el motor y el lugar era horrible, refiriéndose a la confortabilidad y a los servicios. Tenían problemas mecánicos y evidentemente, aquel no era el lugar idóneo para solucionarlos.
El domingo 15 de noviembre desembarcamos pronto en la playa. Esta era muy hermosa, de aguas claras y arena blanca coralina, algo extraño en la zona de Indonesia por la que nos habíamos movido en la que los colores de la arena no eran tan claros. Las barquitas de pescadores que, de vivos colores y típicamente indonesias, estaban fondeadas o subidas en la arena, le daban un toque muy pintoresco al lugar. Aunque sin duda, lo más característico del lugar eran unas formaciones rocosas redondeadas de granito que sobresalían del agua creando unas extrañas islas. El lugar era muy peculiar y por ello, era un foco turístico importante pero sólo de población local proveniente, en su mayoría, de la relativamente próxima isla de Java.
En un restaurante que parecía abandonado en la playa pero que seguía en funcionamiento, nos ofrecieron vendernos gasoil para el día siguiente. Solucionado eso y como aún era pronto, decidimos alquilar una motocicleta allí mismo y visitar la principal población de Belitung: Tanjungpandan. De paso, visitaríamos también a un ginecólogo que nos recomendó la dueña de ese mismo restaurante que tenía niños pequeños. Esta mujer llamó y todo para reservarnos una hora ese mismo día con el médico. Era domingo pero en Indonesia, quizá por ser un país musulmán, no respetaban mucho eso. De todas formas, tampoco nos quedó muy claro si tenían algún día claramente festivo. Los viernes por ejemplo, casi todo estaba abierto y en cambio los domingos, había bastantes cosas cerradas. Creemos que cada uno abría y cerraba cuando le daba la gana y la mayoría de gente, sobretodo la más humilde, trabajaba los siete días de la semana.
Tuvimos un agradable paseo con la motocicleta hasta la ciudad. Todo se notaba mucho más desarrollado que el resto de Indonesia donde habíamos estado hasta la fecha. Las casas estaban construidas con buenos materiales y contaban con jardines perfectamente mantenidos. Por la carretera, bien asfaltada, se veían mucho más coches que motocicletas lo que indicaba mayor nivel económico. En general se veía todo mucho más cuidado y limpio, aunque claro, sin el exotismo que las otras islas nos habían ofrecido. La gente con las que nos cruzábamos en moto nos saludaban simpáticos e incluso uno se puso a charlar conduciendo en paralelo.
Llegamos a Tanjung Pandan y fuimos directamente al médico. El hombre vino a la clínica desde su casa expresamente para atendernos. Al parecer, sí celebraba el domingo. Hizo una ecografía a Sandra y confirmó que todo estaba bien, incluso el pliegue nucal del feto. Nos quedamos muy tranquilos aunque no sabemos muy bien por qué ya que también dijo que el bebé era un niño, y semanas más tarde, ya en España, nos dirían que de niño nada, que era una niña. Al menos, lo importante, que Sandrita estaba perfecta, lo había acertado. Lo demás nos daba absolutamente igual.
Luego dimos una vuelta por la ciudad. Desde un punto de vista turístico no tenía mucho que ver pero observamos, en la medida que pudimos, la forma de vida local. Vimos la zona marítima donde una gran cantidad de gente acababa de hacer una carrera cerca del mar. Luego pasamos por el barrio chino que tenía unas entradas típicas chinas y aprovechamos que vimos un gran mercado para comprar fruta y verdura para la siguiente travesía. Los precios eran mucho más elevados en casi todo. Una vez con la compra hecha, el cielo comenzó a encapotarse y con mucha suerte, nos metimos en un sitio a comer justo antes de que cayese un diluvio. La época con más lluvias en la zona, diciembre, enero y febrero, se estaba acercando y se notaba. Después de comer y que escampase la lluvia, fuimos a un supermercado a comprar algunas cosas más. A la salida, un señor nos saludó al vernos extranjeros y, sin ningún pudor, se puso a cotillear lo que había en el interior de nuestras bolsas de plástico abriéndolas incluso, mientras que, con la mayor normalidad del mundo, hablaba de otra cosa. Nosotros nos quedamos sorprendidísimos aunque le miramos divertidos como husmeaba nuestra compra.
Regresamos al barco y conseguimos llegar a bordo justo antes de que la amenaza de una nueva tormenta se consumase finalmente. Esta vez con rayos y truenos. Nos libramos también de esta por muy poco.
Al día siguiente, con el auxiliar, fuimos a navegar entre las islas redondeadas de granito que había cerca. Incluso nos subimos a alguna roca. Era sin duda un lugar muy peculiar y hermoso aunque habían instalado en ellas, para alumbrarlas por la noche con diferentes colores, unos focos que a la luz del día, no quedaban demasiado bien. Después, desembarcamos en la playa y dimos un largo paseo por ella. Era un lugar turístico, con varios chiringuitos de comida que estaban cerrados a esas horas. También había establecimientos de madera ofreciendo paseos en barca para ir a las islas de piedra en las que acabábamos de estar y para ir a una isla algo más lejana que tenía un faro y una playa de arena blanca.
Al día siguiente, partimos de Bawean para hacer nuestras, aproximadamente, últimas 300 millas antes de llegar al archipiélago de Riau, las islas que están justo al sur de Singapur y de la península Malaya. En dicho archipiélago, la isla de Batam sería nuestra última isla indonesia que visitaríamos.
La travesía comenzó un día 17 de noviembre con un cielo gris, horrible y medio chispeando. Sin embargo, el viento soplaba con cierta intensidad y pudimos avanzar al principio a 4,5 nudos y medio. La travesía duró hasta el día 21 de noviembre y durante la misma, hubo poquísimo viento pero en la medida que podíamos, íbamos con las velas abiertas, aunque sólo avanzásemos a un nudo.
Durante esta travesía, cruzamos el ecuador. Después de varios años, el Piropo volvía a estar en el hemisferio norte. Nos daba un poco de pena deja atrás los maravillosos mares del sur donde lo habíamos pasado tan bien. En el momento exacto del paso del ecuador estuvimos observando con atención el GPS y vimos como durante un segundo pasó de indicar de sur a norte, luego otra vez a sur y finalmente, a norte. Parecía que también él quería quedarse en el hemisferio sur.
Durante la travesía, hubo algún día de sol pero en general, el cielo estuvo muy encapotado y los chubascos fueron muy comunes. La verdad era que daba un poco de pavor cuando esas masas espesas de nubes grises, casi negras, venían hacia ti. Eran de una espesura difícil de explicar. Y lo peor era que no sólo traían agua, sino que venían cargados de rayos muy potentes de un grosor nunca antes visto por nosotros. Esperábamos que no cayeran encima porque sería realmente peligroso.
Esta parte del mar de Java también tenía mucha presencia de peces. También pudimos observar alguna serpiente y muchas medusas. La parte negativa es que vimos bastante basura flotando, en especial, plásticos. Una noche, encendimos el motor después de ir durante un rato a vela y notamos como la hélice vibraba extrañamente. Lo paramos y nos imaginamos inmediatamente qué podía ser: algo que se había enganchado en la hélice. Dani se tiró al agua en plena noche y vio que allí había un plástico de enormes dimensiones. Afortunadamente, el cielo estaba despejado y la luna totalmente llena por lo que pudo trabajar bajo el agua sin necesidad de ayudarse de ninguna luz suplementaria. El plástico, además, no se había enganchado bien y pudimos soltarlo con bastante facilidad.
El tráfico de mercantes se intensificó y hubo que estar muy pendientes de ellos. Se notaba que nos estábamos acercando al Estrecho de Malaca, uno de los lugares con más tráfico de mercantes del mundo.
El día 21 nos aproximamos al archipiélago de Riau. Los vientos, si los había, eran muy cambiantes por las tormentas que eran casi continuas. Nos cayeron encima algunos chaparrones fuertes que aprovechamos para lavarnos. Viendo las horas que eran ya y que en breve se haría de noche, decidimos fondear en un lugar que nos venía de camino, en Sembulang, en aproximadamente el waypoint 000° 52.24’ N 104° 15.10’ E. Este fondeo estaba localizado en la costa este de la isla de Rempang, en pleno Estrecho de Riau. En él estuvimos muy bien y pudimos descansar tranquilamente aunque una fortísima tormenta eléctrica que pasó nos mantuvo algo tensos durante un rato.
El domingo 22 subimos el ancla en cuanto asomó la claridad del día, a las 5:30 de la mañana. Ese día, volvieron a caer varios chubascos fuertes a primera hora pero luego, más o menos, se despejó. En los últimas millas del Estrecho de Riau, que separa las islas de Batam y Bitam, pasamos por un fondeadero de enormes mercantes y entre ellos, petroleros gigantes. Mientras, los ferris que iban a altísimas velocidades cruzando ese estrecho, no nos respetaban mucho y pasaban extraordinariamente cerca con lo que nos creaban unas olas enormes. Finalmente, llegamos al Estrecho de Singapur, que separa el archipiélago Indonesio de Riau, de la ciudad estado de Singapur y del resto de la península malaya perteneciente a Malasia. Allí, la presencia de enormes mercantes navegando era continua. Parecía imposible atravesar dicho estrecho como así deberíamos hacerlo en un futuro próximo. En ese momento, no obstante, decidimos aparcar la preocupación porque nuestro próximo destino estaba en ese lado del estrecho, apartado del tráfico de mercantes. Una corriente fortísima de cara nos hizo avanzar lentísimos, a unos dos nudos. Cuando creíamos que ya estábamos llegando, aún se hizo más larga la llegada a nuestro destino. Finalmente, llegamos a Nongsa Point Marina (1° 11.83 N 104° 05.86 E) el que sería nuestro última parada en Indonesia y, oficialmente, nuestro puerto de salida.
La marina era confortable pero era la típica marina que no nos gustaba para nada. Era destinada a barcos lujosos de habitantes de Singapur y no para navegantes oceánicos. Así, además de ser bastante cara para ser Indonesia, apenas tenía servicios. No tenía supermercado, excepto una tiendita donde vendían refrescos y patatas, no había acceso a ella con transporte público, el alquiler de vehículos era carísimo, etc. La noche allí costaba 20 euros. Además, las gestiones para hacer los papeleos de salida, costaban 100 euros. Podíamos haberlos hechos por nuestra cuenta pero habría que haberse trasladado en vehículo con el coste que suponía, así que decidimos pagar y olvidarnos.
Muy próxima a esa marina salía un ferry a Singapur por lo que decidimos dejar el barco unos días allí y visitar esa ciudad estado como unos turistas normales. Las marinas en Singapur eran carísimas y aunque había alternativas en marinas malayas próximas mucho más baratas, igualmente habría que alejarse del barco mientras estuviésemos en Singapur. Así pues, haríamos la visita desde allí.
En nuestra siguiente entrada os contaremos nuestra visita a la ciudad-estado de Singapur.
¡Hasta la próxima!
Ricardo G.T dice:
Hacia tiempo que no os leía , veo que seguís en danza , me alegro mucho . supongo que voy retrasado con los textos , ire actualizando a ver hasta donde me perdí .
Un saludo.
Jon dice:
Hola Pareja, o quizás debo decir familia…
Espero y deseo que os encontréis bien.
Muchísimas Felicidades por un doble motivo:
- Creo que habéis ampliado la familia.
- Según veo en la posición del Piropo, completasteis la circumnavegación.
Os animo a seguir compartiendo vuestros interesantísimos relatos y completar la circumnavegación de vuestros relatos.
Un fuerte abrazo y mi más sincera enhorabuena.
Fabricio Barcelo dice:
Hola Chicos que bueno que estan bien yo los seguia por el canal de youtube. y hacia años que no publicaban nada. que bueno saber que siguieron con su viaje. que lindo relato muchas gracias por compartirlo. Van a ser Papas que bueno felicitaciones. Les mando un abrazo enorme desde Argentina.Ojala tenga algun relato mas sobre ustedes. Con cariño Fabricio.
Juan Ramos dice:
Como siempre, muy buen relato, gracias y mucha felicidad !!!!!!!