ATOLÓN TAHANEA (ARCHIPIÉLAGO DE TUAMOTÚ). Del 10 al 23 de septiembre de 2014.
Nos dirigíamos ahora a Tahanea, un atolón deshabitado. Sólo salir de Makemo, conectamos el piloto automático y nos percatamos de que no funcionaba. El pistón no recibía señal, por lo que parecía el típico fallo de conexión. Intentamos limpiar las conexiones pero al no tener un resultado satisfactorio, dejamos el arreglo para cuando llegásemos a Tahanea y solucionamos provisionalmente el problema retirando el enchufe y empalmando directamente los cables. Solventado el pequeño imprevisto, el resto de la travesía fue un placer, empujados por un viento suave de popa de unos 10 a 15 nudos y acompañados durante las horas nocturnas por una luna totalmente llena.
Con las primeras luces del día, nos encontramos frente al pase de Tahanea. Este atolón tenía tres canales de acceso y todos estaban muy cercanos entre sí aunque el que se usaba normalmente por los veleros era el central. En aquel momento era casi la hora adecuada para entrar en el atolón, pero nos sorprendió que la corriente saliente de las aguas de la laguna fuese aún bastante fuerte. En mar abierto, el choque de esa corriente con las propias olas del mar creaban unas rompientes especialmente grandes que llegaban a tener unos dos metros de altura, y eso que el viento era muy flojo y la ola creada por él era bastante pequeña. Esperamos pues a que se acercara aún más la hora adecuada para entrar para ver si mejoraban las condiciones pero todo seguía igual, con la corriente saliendo con la misma intensidad y las rompientes del mismo tamaño. Entonces, pese a todo, decidimos hacer una intentona de entrada. El canal era relativamente amplio y muy pegados a uno de los lados no habría que atravesar las rompientes. Pensamos también que quizá por allí la corriente no sería tan fuerte, y si finalmente el Piropo no tenía fuerza para seguir adelante, siempre podríamos darnos la vuelta y salir por donde habíamos entrado. Si en este caso, la corriente nos enviaba hacia las rompientes, con todo cerrado y la fuerte corriente a favor, imaginábamos que no podía pasar demasiado excepto un buen susto y acabar bien remojados. Deseando no encontrarnos en esta última situación, nos dirigimos hacia el canal. Al principio el Piropo avanzaba bien y dejamos por el costado las grandes rompientes que daban mucha impresión. Cuando nos acercamos al centro del canal, nos tuvimos que meter un poco más en la corriente, y ahí el cambio de velocidad en el avance fue considerable. Intentamos continuar pero, al meternos aún un poco más en el centro del canal, el barco no sólo no avanzaba sino que retrocedía rápidamente. Sin perder muchos metros, nos dimos totalmente la vuelta y nos pusimos lateralmente a la corriente para intentar salir cuanto antes de ella y así evitar que nos empujara contra las rompientes que no teníamos ningún deseo de atravesar. Teníamos grandes espumas por el través y cada vez estaban más próximas. Poco a poco conseguimos salir de la corriente y sus amenazantes olas. Habría pues que tener paciencia y esperar al siguiente cambio de marea para ver si aquello cambiaba algo y se relajaba. Navegamos entonces por las cercanías para ganar tiempo y luego, nos quedamos varias horas cerca de la entrada observando si el tamaño de las rompientes se reducía algo. La verdad era que estábamos bastante desconcertados porque la marea baja había pasado y durante esas horas, la corriente tenía que ser entrante pero sin embargo, la corriente había sido todo el rato saliente. Esperamos y esperamos y allí nada cambiaba. Cuando se iba acercando la hora del cambio de marea, la corriente seguía saliendo igual que durante todas las horas anteriores. Apareció entonces por el horizonte a toda vela un bonito y gran velero de aluminio que también quería entrar en el atolón. Así pues, no estaríamos solos en el trance. Se aproximó a la entrada para echar un vistazo y volvió a salir. Entonces se nos acercó y a viva voz nos preguntó si sabíamos cuándo era la hora de entrada. Le dijimos que creíamos que era justo en ese momento pero que llevábamos horas esperando y aquello no había variado. Él también pensaba que era la hora adecuada, así que enseguida se dispuso a intentar entrar en el atolón. Avanzaba muy despacio y cuando se situó en el centro del canal, daba la sensación que estaba parado. El enorme velero, por el efecto de las turbulencias, tenía un extraño movimiento y la popa se le movía de un lado para el otro. Sin embargo, con paciencia avanzó y consiguió entrar. Si aquel velero, que a su vez debía tener un potente motor –después nos dirían que alcanzaba los nueve nudos- le había costado tanto entrar, nosotros ni siquiera lo debíamos intentar. Así pues, seguimos esperando sin saber mucho que hacer porque aquello no parecía que fuera a mejorar. A la media hora escasa, la rompiente bajo bastante su tamaño. La corriente seguía saliendo pero parecía que había reducido su intensidad. Era ahora o nunca. Nos dirigimos hacia el canal por uno de los costados y nos introdujimos en la corriente. Seguía siendo fuerte pero el Piropo avanzaba, aunque muy lentamente. Debía haber unos cuatro nudos de corriente pero, tras unos agotadores minutos, al fin pudimos entrar. Después de más de siete horas frente a su entrada, estábamos en el interior de Tahanea. Al día siguiente, hablaríamos con la pareja francesa del velero de aluminio y según ellos, la anómala situación de las corrientes de la entrada se debía a la luna llena. Nos dijeron que ellos venían de Gambier y que habían querido entrar en el atolón de Hao pero que no habían podido. Según ellos, había allí diez nudos de corriente. Nos comentaron también que cuando entraron ellos al atolón en el que nos encontrábamos, la corriente debía ser superior a los seis nudos. Charlando, nos contaron un poco su vida y nos resultó muy interesante. Hacía unos veinticinco años, ellos y sus hijas, que entonces eran muy pequeñas, completaron una vuelta al mundo en un velero muy parecido al nuestro. Tras completar la circunnavegación del mundo vivieron en Martinica y construyeron poco a poco el actual velero de aluminio que veíamos y con el que pretendían ahora continuar navegando.
En ese primer fondeo en Tahanea, también compartimos el lugar con un velero norteamericano. Así pues, no estaríamos tan solos en ese atolón deshabitado. Es más, Tahanea iba a resultar un atolón bastante transitado por los veleros ya que, días más tarde, veríamos otros dos veleros más. En este primer fondeo, nos pasamos tres días dado que el viento seguía soplando bastante de norte y se estaba muy cómodo en él. Este lugar estaba situado entre el canal de acceso central y el canal de más al este del atolón, y tenía bastante arena aunque también algunas cabezas de coral. Precisamente en esas cabezas, a escasa distancia de la superficie, disfrutamos mucho buceando viendo los típicos peces de las Tuamotú. No obstante, donde disfrutamos especialmente fue en un amplio jardín de coral que había en el pase de más al este del atolón. Allí el coral era precioso, de muchísimos colores, y estaban como amontonados de la cantidad que había. La fauna que habitaba en ese jardín era también muy abundante en especies coralinas: mariposas de muchos tipos, loros, cirujanos, peces soldado, peces ángel, peces ballesta, salmonetes, meros de todos los tamaños, fedrís, lutjánidos, peces corneta de varios colores, ídolos moriscos, lenguados y algún tiburón puntas negras. Lo más sorprendente era que los peces, poco acostumbrados a la presencia humana, casi ni se inmutaban de nuestra compañía temporal. Eran tranquilos y muy confiados y permanecían muy cerca de nosotros sin asustarse. Era uno de los mejores lugares para hacer snorkel de los que habíamos visto en nuestro viaje. Siempre que volvíamos de bucear del jardín de coral, volvíamos helados de tanto tiempo en el agua como pasábamos, pero a la vez, muy felices porque siempre veíamos alguna cosa distinta que nos sorprendía.
Frente al barco, pescamos el segundo día en Tahanea un mero. Sólo arponearlo, aparecieron de la nada dos tiburones puntas negras. Menos mal que íbamos arrastrando a La Poderosa y en cuanto pescamos al pez lo subimos a la barca. Al mero nos lo comimos para comer, y esa misma tarde, leímos una información sacada en su día de internet de unos que habían cogido ciguatera precisamente en ese atolón. Tras lamentarnos de leer esa información un poco tarde, decidimos no pescar más pese a que en Makemo unos chicos locales nos dijeron que no había ciguatera en Tahanea. Sabíamos de gente que pescaba sin muchos temores cogiendo especialmente ejemplares de poco tamaño pero decidimos no hacerlo, ya que aunque quizá fuese algo asustadizo por nuestra parte, pensamos que teníamos mucho que perder y poco que ganar. Lo que sí cogimos algún día para comer fueron los cangrejos rojos que encontrábamos en las rocas y que, libres de ciguatera, nos gustaban mucho hervidos.
El día 15 de septiembre cambiamos de fondeo y nos fuimos un poco más hacia el este del atolón. Teníamos un lugar previsto para fondear pero al llegar allí nos encontramos con que la pareja norteamericana con los que habíamos coincidido en el primer fondeo se había puesto allí también. Evidentemente, había sitio de sobra para todos pero decidimos respetar su solitaria estancia y nos fuimos a fondear algo más el este. En este segundo fondeo estuvimos ese día y el siguiente. El lugar no nos gustó tanto como el primero, quizá porque la meteorología fue algo lluviosa y porque la costa era exclusivamente de roca. Bajo el agua, en cambio, había unos bonitos corales pegados a la costa, y vimos en ellos por primera vez a varios tamboriles moteados diminutos y muy llamativos. Lo que era algo incómodo en el lugar eran los tiburones puntas negras que, como los otros peces en Tahanea, eran poco asustadizos y se acercaban a curiosear sin temor, lo que en el caso de los tiburones puntas negras no era de nuestro gusto. Sabíamos que no hacían nada pero tampoco nos hacía gracia tenerlos pegados todo el rato.
Nuestro tercer fondeo en Tahanea fue unas dos millas y media más al sur. El fondeo, con mucha arena para que el ancla enganchase sin problemas, era un lugar especialmente bonito con sus muchos cocoteros. También allí pasamos dos días disfrutando de los increíbles paisajes que, afortunadamente, podíamos presenciar en las Tuamotú.
El 17 comenzó a soplar de noreste y decidimos cambiar de nuevo el fondeo volviendo hacia el norte y, en concreto, donde se encontraban los pases del atolón. Esta vez fondeamos entre el canal central y el de más al oeste. Sin duda, cerca de los pases era donde más nos gustaba estar ya que al fin y al cabo, era donde más se acumulaba la fauna subacuática del atolón, y en consecuencia, donde más divertido era bucear. Esa tarde, vimos un atardecer especialmente precioso, con un cielo mitad naranja y mitad rosa y azul con unas espesas nubes blancas. Eran unos colores tan irreales y tan marcados que pensábamos que, si los hubiéramos visto en un cuadro, hubiéramos dicho que no estaba demasiado bien pintado. Sin embargo, allí estaban, en el cielo.
En la zona había fondeado un catamarán con una familia francesa y al hijo, ya adolescente, le encantaba pescar. Lo veíamos ir y volver a todas horas con su potente auxiliar acompañado de un amigo de la familia que estaba de visita. Un día se acercaron al barco y nos dijeron si queríamos atún y que cuánto queríamos. Les contestamos que sí, que un poco, y nos percatamos que ni siquiera lo habían pescado, nos estaban ofreciendo algo que todavía no tenían. Demostraban mucha seguridad en sus dotes de pesca y no fallaron. Al día siguiente aparecieron con un enorme atún. Estaba riquísimo pero era realmente grande para nosotros y tuvimos que comer y cenar lo mismo varios días. Los pobres debían pensar que teníamos congelador. Al día siguiente, volvieron a aparecer con otro atún más de igual tamaño, pero ese ya lo tuvimos que rechazar porque aún teníamos muchísimo del atún anterior. Se lo agradecimos mucho y aunque ellos tenían otro realmente grande para ellos, no tuvieron problemas en llevarse los dos, ya que tenían unos grandes congeladores. Ellos tenían un auxiliar muy potente y otro más de casi igual tamaño, y con ellos podían salir del atolón independientemente de la corriente que hubiese y pescar en el exterior, donde había gran cantidad de atunes presuntamente libres de ciguatera, aunque habíamos leído que los atunes dientes de perro de gran tamaño podían ser ocasionalmente ciguatóxicos.
Muchas veces nos planteábamos si era mejor un auxiliar potente y pesado o un auxiliar ligero y lento. Sin duda la respuesta sería tener uno de cada clase si se podía por espacio y dinero. Si no se podía y había que elegir, y nosotros creíamos que era mucho más práctico uno ligero como el que teníamos. Con un dingui grande, en ocasiones, ni siquiera se puede desembarcar en un lugar si el fondo es profundo y la costa algo escarpada, lo que resulta una verdadera pena. Nosotros en cambio, entre los dos, podíamos subir a La Poderosa a tierra sin esfuerzo y dejarla atada a un árbol como si fuese una bici. Sin embargo, había otras veces –en nuestra opinión pocas- que echabas de menos algo potente. En las Tuamotú vimos el ejemplo, y es que nos hubiese gustado poder bucear en los pases tranquilamente sabiendo que si la corriente se ponía demasiado fuerte, el motor fueraborda podía sacarte del apuro. De todas formas, te exponías al peligro de que se te parara el motor. Así pues, preferíamos nuestra Poderosa, ligera y lenta como una tortuga.
En este último fondeo en Tahanea, además de pasear por la playa, hicimos snorkel cerca de los dos pases que teníamos cerca, y si bien los lugares no eran tan espectaculares como el jardín de coral del primer fondeo, también fueron unos lugares muy bonitos para conocer. De esta forma acabó nuestra estancia en Tahanea. Nuestro siguiente destino sería el atolón de Fakarava, hacia donde partiríamos el 23 de septiembre. En nuestra siguiente entrada os contaremos como fue nuestra estancia en ese atolón declarado Patrimonio de la biosfera por la Unesco.
Ponemos a continuación los waypoints aproximados de los fondeos en los que hemos estado en Tahanea recordando que no todos son recomendables pero que los damos por si a alguien le pudiera resultar de utilidad:
Fondeo Tahanea 1: 16 51.66 S 144 40.01 W
Fondeo Tahanea 2: 16 53,69 S 144 34,62 W
Fondeo Tahanea 3: 16 56,37 S 144 34,72 W
Fondeo Tahanea 4: 16 50,92 S 144 41,64 W
¡Hasta la próxima!
Carles dice:
Felicidades y que disfruteis de este magnifico viaje. Me ha hecho mucha gracia volver a ver al Piropo en fotos despues de 10 años. Yo navegué en el Piropo en el 2004 cuando el armador era mi vecino Franc de Sant Quirze del Valllès, navegando por delante de Arenys de Mar.
Un fuerte abrazo a los dos desde Sant Quirze por vuestro coraje.
Carles
Alicia dice:
Uaaaaa alucinante cuanta variedad de peces, y aquí nos emocionamos cuando vemos un pececillo jejejeje, veo que estáis genial me alegro un montón, seguir disfrutando mucho de cada experiencia , muchos besos.