Sigue el viaje del velero Piropo, con sus tripulantes Dani y Sandra, en su pretendido deseo de dar la vuelta al mundo por los trópicos.

ARUBA. Del 4 al 11 de diciembre de 2012.

Y tras la B de Bonaire y la C de Curaçao, nos tocaba ahora la A de Aruba para completar la visita a todas las islas ABC.

Sobre las 15:45 salimos de Spanish Water en Curaçao rumbo a Aruba. No hacía viento, la tarde era soleada y a motor, porque no había más remedio, fuimos recorriendo la costa de Curaçao un buen rato. Observamos entonces la deprimente panorámica de Willemstad, capital de Curaçao que, aunque estaba considerada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, desde el mar era horrible porque se apreciaba claramente que a la pequeña ciudad colonial la rodeaba una gigantesca refinería. Las enormes chimeneas sacando humo y fuego aparecían sobre las espaldas de las edificaciones dando al lugar una imagen muy diferente a lo que ves estando en la propia ciudad. Lo peor fue cuando tuvimos que meternos en la nube de humo que la refinería emitía y que se veía clarísimamente en el mar. Esperábamos que ese humo, no fuera demasiado venenoso.

Más tarde, una vez alejados de Willemstad y ya un poco en mar adentro, pudimos ver un hermoso atardecer rojizo mientras cenábamos una tortilla con pan.

Con la noche, aunque fueran sólo las siete de la tarde, Dani intentó dormirse mientras Sandra hacía la primera guardia hasta las 23 horas. Luego, Dani, permanecería vigilante en la segunda guardia hasta las 5 de la mañana donde Sandra le relevaría de nuevo hasta que llegásemos a Aruba. En todo el viaje, las guardias nunca fueron tan útiles como esa noche. Sandra vio en su guardia dos grandes petroleros que pasaron bastante cerca y Dani por su parte, vio otros dos, unos de los cuales, obligó incluso a variar un poco el rumbo para no pasarle demasiado cerca. También vimos tres grandes cruceros iluminados de arriba abajo aunque estos no pasaron afortunadamente tan cerca.

El viento apareció sobre las ocho de la tarde pero fue parando progresivamente. A la una de la noche, cuando la popa casi chapoteaba contra las olas del poco viento que hacía, volvimos a poner el motor muy a nuestro pesar y así navegamos hasta Aruba.

Los planes salieron como estaban previstos y llegamos a Aruba coincidiendo con el amanecer. La primera visión de Aruba fue horripilante ya que la punta sur de la isla tenía una enorme refinería cochambrosa que pese a que parecía abandonada, desprendía de una de las chimeneas algo de humo.

En esta isla, medio independiente de Holanda, las iluminadas autoridades locales, con competencias al parecer en casi todo excepto en defensa y representación exterior, habían decidido que cualquier barco que entrara en la isla, fuera mercante o deportivo, tuviera que pasar obligadamente por un puerto ex profeso para hacer los papeles de aduanas e inmigración antes de dirigirse a cualquier otro lugar de la isla. Tan estrictos eran que no te dejaban fondear ni un momento sea la hora que fuese y estuvieses lo cansado que estuvieses bajo pena de una sanción desproporcionada. A la salida de la isla había que hacer lo mismo, levantar el ancla, irte hasta el puerto, cumplimentar los papeles de salida y entonces ya podías partir. Aunque la normativa local no nos gustaba demasiado, no había alternativa por lo que nos dirigimos hacia Barcadera Harbour, el pequeño puerto destinado a estos menesteres. Al llegar allí nos topamos con un montón de pequeños barcos venezolanos que traían frutas y verduras del continente y que estaban ocupando el muelle incluso en varias filas. Allí no había sitio para nadie más porque en el otro muelle había un mercante gigantesco que ocupaba todo el lugar. Llamamos por radio y nos dijeron que nos abarloáramos con los venezolanos. Nos negamos a la propuesta ya que esos barcos eran más altos que nosotros y teníamos miedo a que ralláramos el barco por culpa de sus estrictas y absurdas normativas. No entendíamos que si eran tan estrictos, no ofrecieran un muelle algo más grande. Preguntamos si podíamos fondear allí y nos dijeron que no pero aceptaron que fuéramos a fondear a la bahía próxima, enfrente de la capital Oranjestad, donde había un fondeo y que inmediatamente, tras fondear, fuésemos de nuevo allí con el auxiliar. Utilizamos pues la graciosa concesión y tras echar el ancla, Dani, sin casi haber dormido por la noche, tuvo que montar el auxiliar y recorrer las dos millas que separaban las bahías. El agua en el fondeo no era muy clara y yendo hacia Barcadera Harbour comprendió enseguida el porqué y es que por el camino había un enorme vertedero y el agua allí sí que era sucia del todo. Aruba, nos estaba resultando “encantador” con sus refinerías abandonadas, vertederos y normativas exigentes.

Dani llegó al atiborrado muelle de aduanas e inmigración y se encaminó para las oficinas pasando entre venezolanos que estaban esperando su turno haciendo la comida en calderos gigantes y cortando pescados en el suelo. Al llegar a la oficina, se llevó un rapapolvo de la funcionaria de policía correspondiente por no haber llevado el barco. Según ella, la autoridad portuaria no tenía competencia sobre inmigración y no podían decirle a ningún barco que se fuera a fondear sin haber antes cumplimentado los papeles. Así pues, exigió a Dani que regresara al Piropo y lo llevara hasta allí de nuevo. Dijo que si en otra ocasión estaba ocupado el muelle –según ella siempre estaba llenísimo- dijera lo que le dijera la Autoridad Portuaria, también tenía que preguntarles a ellos aunque como no tenían radio lo debía hacer por… ¡teléfono! Dani, que estaba bastante cansadito por no dormir, el tema le estaba cansando aún un poquito más así que, intentando no perder demasiado los papeles por el enfado que llevaba, le dijo que él había hablado por radio con alguien a quien le suponía autoridad porque ellos mismos le llamaban Autoridad Portuaria y que si no la tenía, unos visitantes extranjeros poco podían saber y por otro lado, que era algo difícil que un velero que está flotando enfrente de un muelle atiborrado, se ponga a buscar el teléfono de cada concreta oficina para llamarles sin olvidar que los veleros no suelen llevar teléfonos. Entonces a la policía, parece que se le encendió una luz que debía estar apagada desde hacía mucho tiempo y se fue a hablar con alguien. A su regreso comentó que nos iban a hacer un favor como una gran excepción y nos eximieron de tener que llevar el barco aunque eso sí, como era habitual, a salida sí que tendríamos que llevarlo. Estábamos de suerte, dos gracias extraordinarias el mismo día. Los más curioso de la exigencia de llevar el barco al puerto era que casi nunca registraban el barco.

Tras la policía de inmigración, Dani tuvo que cumplimentar con los trámites de aduanas y allí hubo una nueva sorpresa. Al parecer sólo te dejaban quedarte cinco días y si querías quedarte más, tenías que contratar a un agente, que no era gratuito por supuesto, para solicitar un permiso especial. ¡Cuánta burocracia! Lo malo es que cinco días para ver Aruba y esperar a que llegara un buen parte para cruzar el Cabo de la Vela era poco tiempo pero ya veríamos que haríamos.

El resto del día nos quedamos en el barco descansando por fin. El lugar no era nada agradable con el agua turbia y por un meneo continuo de las olas que creaban las lanchas que a modo de servicio continuo, tenía un lujoso hotel que llevaba desde la ciudad hasta una islita horrible situada justo enfrente y a muy poca distancia, del enorme vertedero local.

Esa tarde vino a visitarnos fugazmente Dani y Jandro, del velero Caronte con los que habíamos coincidido en Curaçao. Nos volvíamos a encontrar.

Al día siguiente desembarcamos para visitar la ciudad que era capital de la isla: Oranjestad. Ya nos habían advertido que era bastante fea pero lo comprobamos nada más desembarcar. No tenía ningún encanto. Todo eran casas nuevas o medio abandonadas sin ningún atractivo ni las unas ni las otras. Estaba todo repleto de tiendas para turistas que podrías encontrar en cualquier lugar independientemente de si son de lujo o de souvenirs. No obstante la decepción, nos pasamos gran parte del día paseando por la ciudad.

El día 7 de diciembre, nos quedamos en el barco algo tranquilos, ordenando fotos, escribiendo para la página web, etc, Picoteamos, viendo una película, unos frutos secos que compramos en Curaçao y al finalizar el día, Dani tenía fuertes picores por todo el cuerpo con erupciones enrojecidas como si una plaga de mosquitos se hubieran cebado con él. Sandra ese día estuvo bien pero al día siguiente, su garganta se enrojeció y le dolió bastante. Dichos síntomas no podían ser otra cosa que los frutos secos por lo que se fueron directitos al agua. Seguramente estaban en mal estado. Los síntomas fueron muy molestos pero afortunadamente, los anticuerpos pudieron con ellos y en un par de días ya estábamos perfectamente.

Aruba, de siempre, nos había sonado como una isla paradisíaca y lo que habíamos visto hasta el momento era todo lo contrario. Así pues, el día 8 de diciembre nos fuimos de excursión para ver si la famosa zona norte mejoraba un poco nuestra sensación de la isla. Cogimos un autobús y pudimos ver que la isla se parecía bastante a determinadas zonas de la explotada costa mediterránea española. Las playas sí que tenían arena blanca muy bonita y eran bastante largas pero enfrente, había cientos de hoteles y apartamentos con muchos establecimientos para ofrecer cualquier cosa al turista. Llegamos con el autobús a una zona que nos habían aconsejado por su buen buceo cerca de Malmok Beach y allí, si bien podías observar algunos de los peculiares peces tropicales, no te sentías muy solitario porque habían muchos barcos de los que paseaban a turistas por un día. Lo más curioso de lugar era que los peces estaban tan acostumbrados a la gente y seguramente, a que les dieran comida, que en vez de huir te perseguían. Daba incluso miedo ver a muchos peces, de distintas especies, detrás tuyo. Parecía que ibas a ser su comida del día. Si simulabas que en la mano tenías algo, los peces se acercaban a ella e incluso en alguna ocasión te tocaban el dedo. Sin duda el lugar estaba algo estropeado.

Tras el buceo paseamos de regreso transitando por una zona acantilada muy curiosa porque era de muy poca altura y bastante hueca y en ocasiones, la enorme presión que las olas creaban en la zona hueca, salía de golpe por pequeños orificios en forma de aire y agua a bastante presión. Llegamos a ver incluso en ese paseo el faro que marcaba el punto más al norte de la isla, el Faro California.

Más tarde, regresamos con el autobús al barco llevándonos con nosotros una idea de cómo era la isla: un lugar fabricado para que mucha gente a la vez, pasase unas temporadas de sol y playa.

Al día siguiente era domingo. La isla ya la teníamos vista y sólo nos quedaba esperar a que el viento, que estaba soplando bastante fuerte desde el día en que llegamos a la isla, se apaciguara un poco para poder navegar hasta Colombia. Habíamos leído tanto y tan mal de la travesía que teníamos por delante que estábamos convencidos que sólo saldríamos cuando tuviéramos un buen parte meteorológico. No sabíamos si exageraban –seguramente sí- pero decían del Cabo de la Vela que era el cuarto o quinto peor cabo de todo el mundo y que para muchos de los que habían hecho la travesía de la vuelta al mundo por los trópicos, era sin duda el peor lugar. Así pues, mientras esperábamos, ese día lo pasamos de nuevo relajados en el barco.

Ese día vimos como llegaban al fondeo dos barcos españoles impresionantes, un catamarán Catana enorme llamado Atlantide y un velero Hallberg Rassy llamado Úrsula. Esa tarde pasó a saludarnos un momento Julio, un simpatiquísimo gallego dueño del Úrsula junto con su tripulante dominicano, Jorge. Nos contaron que navegaban junto al catamarán y nos comentaron sus planes próximos. Él había cruzado el Atlántico como unas ocho veces según nos contó pero Leo, el dueño del Catana, lo había cruzado más de veinte veces. Menuda experiencia. Muy amable Julio, casi sin conocernos, nos ofreció que navegáramos junto a ellos en las siguientes travesías hasta que llegáramos a Cartagena de Indias pero rechazamos su ofrecimiento porque con los barcos que llevaban –y sus conocimientos- tendrían que esperarnos mucho y mucho. No queríamos molestar a nadie. No obstante, su plan nos gustó mucho y nosotros, que somos influenciables, cambiamos la idea de navegar directamente a Cartagena de Indias y decidimos por el contrario que, como ellos, pararíamos también en el fondeo que hay justo al pasar el Cabo de la Vela. También nos gustó la idea de parar en la ciudad de Santa Marta antes de llegar a Cartagena de Indias.

Al día siguiente nos dirigimos a la ciudad en busca de un parte meteorológico detallado. Por partes anteriores teníamos ya decidido salir al día siguiente para Colombia pero aún así, preferíamos conseguir un nuevo parte lo más actualizado posible. Los útiles resúmenes de partes que nos enviaba nuestra amiga Blanca seguían llegándonos a nuestro teléfono satélite pero para esta travesía, mirábamos todo con mucho más detalle, a qué hora había que salir, que zonas exactas tenían más viento, a qué distancia convenía separarse de la costa, etc. Solíamos consultar para obtener esa información las páginas web www.passageweather.com y www.ugrib.com. La primera era muy visual pero en la segunda, conseguíamos archivos grib que podíamos poner luego en el OPENCPN, nuestro programa de navegación y moviendo el ratón por el mapa, podías observar en cada periodo de tiempo, el viento exacto que hacía en cada lugar.

Antes de desembarcar en la ciudad pasamos a saludar a los miembros del Atlantide, el capitán y dueño Leo, asturiano, y sus acompañantes y amigos mallorquines Damián y Juan. Muy simpáticos, nos invitaron a subir al catamarán y nos enseñaron el impresionante barco. Estuvimos charlando un buen rato y quedamos que al día siguiente, saldríamos todos hacia Cabo de la Vela aunque a diferentes horas. Nosotros saldríamos muy pronto por la mañana mientras que ellos saldrían sobre las tres de la tarde.

Desembarcamos más tarde en la ciudad y tras obtener la información meteorológica actualizada, paseamos un poco más por la ciudad a modo de despedida. Al día siguiente nos esperaba una atractiva navegación y en un par de días llegaríamos a Colombia, que teníamos muchas ganas de conocer.

En nuestra próxima entrada os contaremos nuestra travesía a Cabo de la Vela y nuestras primeras sensaciones por Colombia.

Un abrazo.

 

   
   
   
   
   
   
   
   
   

4 comentarios a “ARUBA. Del 4 al 11 de diciembre de 2012.”

  • Hola chicos! cómo estáis?
    Por lo q se ve…genial ;-) Supongo q muy ocupados visitando Colombia, q no os da tiempo ni de contarnos cositas! venga q queremos más relatos!
    Un besazo enorme a los dos!disfrutad a tope y cuidaros mucho!!!
    Ana.

  • Hola Sandra y Dani… somos los mochiLEROs chilenos que estuvimos compartiendo algunos días con ustedes. Nos gusta mucho su blog, por lo que quisimos premiarlos con el Liebster Award… para más detalles de este premio, pueden revisar la siguiente entrada.
    ¡Un abrazo y feliz viaje!

    Rocío y Leo

  • Precioso todo, por fin ya me e puesto al día leyendo, espero con impaciencia la próxima entrada.
    Veo que estáis genial, y que solventáis bien cualquier problema que os surge, un besote a los dos.

  • Que envidia sana. Quería preguntar  ¿qué guías náuticas utilizáis??

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