DOMINICA: Travesía de Rodney Bay (Santa Lucía) a Roseau (Dominica) con escala en Grande Anse d’Arlet (Martinica), travesía de Roseau (Dominica) a Prince Rupert Bay (Dominica) y días de estancia en la isla. Del 5 al 13 de abril de 2012.
Tras nuestra visita a Santa Lucía, nos dirigimos a Dominica. Teníamos muchas ganas de visitar esa isla ya que casi todas las personas que la habían visitado nos habían hablado muy bien de ella. Todas excepto una. Esta por el contrario, nos había hablado fatal porque según ella, existía una pobreza extrema y se veían niños hambrientos por
Antes de partir de Santa Lucía, como siempre, tuvimos que cumplimentar los papeleos de salida en la oficina de aduanas e inmigración que estaba en
Nos despedimos de Santa Lucía y pusimos un rumbo aparente hacia Le Marín pese a que Gran Anse d’Arlet estaba mucho más al oeste. La corriente era fuerte y la resultante hizo que el rumbo real fuera directo a la punta oeste de Martinica.
El viento al principio, a causa de la orografía era relativamente intenso, de unos 20 nudos y había una ola de cara muy incómoda, pero al alejarnos de la isla la situación mejoró ya que la ola desapareció y el viento disminuyó a unos 15-17 nudos que venía de 60º de estribor. La navegación fue entonces un placer. Nos pasamos el día simplemente contemplando el mar mientras avanzábamos. Sandra encontró un nuevo lugar en el barco donde colocarse y que ese día le pareció muy cómodo, el lateral del barco, con las piernas colgando por el exterior como si fuéramos de regata y esperando a que una ola más grande que las otras viniese y le mojase los pies.
Llegando ya a Martinica, vimos de nuevo calderones y cerca de
La bahía seguía repleta de barcos como cuando la visitamos por tierra cuando estuvimos en la isla y al igual que entonces, seguía tan apacible y agradable. Fondeamos en un hueco entre los demás barcos fondeados y nos tomamos un baño refrescante con las últimas luces del día. Más tarde, cenamos y nos fuimos a dormir relativamente pronto ya que al día siguiente teníamos previsto madrugar para intentar llegar con luz solar a nuestro destino en Dominica.
El seis de abril nos levantamos a las 6 de
Para entonces ya habíamos dejado un poco atrás Dominica y el viento se había tranquilizado mucho a unos 15-18 nudos. Abrimos entonces toda la génova y ya nos quedamos con esa posición de velas hasta que llegamos a Dominica. A partir de entonces, la travesía fue un poco más incómoda que la del día anterior porque la fuerte corriente te obligaba a poner un rumbo en el que el viento te venía totalmente de ceñida. Finalmente, doblamos Scott’s Head y una fuerte racha de aire nos decidió a recoger génova ya que nuestro destino ya no quedaba muy lejos.
Al poco ya estábamos enfrente de Rouseau Inmediatamente, nos vino en una barca un rasta local que nos ofreció una boya. Le dijimos que preferíamos fondear y el hombre, respetuoso, no insistió y nos dejó tranquilos. Rápidamente, nos dimos cuenta que el fondo tenía mucha pendiente porque a escasos metros de la costa aún teníamos
El 7 de abril estando en el barco desayunando nos vino el rasta que el día anterior nos había ofrecido la boya y nos comentó si queríamos ir a una excursión a unas cascadas con un grupo que había organizado. Le preguntamos cuánto costaba y nos dijo que 60$USA por persona. Le dijimos un no rotundo y entonces el hombre se dio cuenta que no pensábamos gastarnos mucho y entonces nos dijo que por 100$EC (30€), íbamos los dos y que nos regalaba dos noches en la boya que valía 25$EC (7,45€) cada noche. Entonces le dijimos que sí y Pancho, que así se llamaba el hombre, se rió y dijo que era un chollo. Seguramente, el viaje lo tenía ya organizado y todo lo que pudiera sacar de más ya le venía bien.
Desembarcamos en el pantalán y como vimos que éste era muy alto, para evitar incidentes como el que nos pasó en Mayreau en Las Granadinas, sujetamos a
El grupo con el que íbamos a compartir el día era interracial. Por una parte estaba una pareja mayor de franceses blancos y por otra una familia de martiniqueses cuya madre y tía eran de origen vietnamita y el padre, negro pero de piel muy clara. Los dos hijos, eran una curiosa mezcla entre negro y vietnamita que recordaba mucho a los polinesios. Todo el grupo resultó muy simpático en especial el padre martiniqués, que siendo bastante gordo, tenía una risa grave y contagiosa muy parecida a la que le ponen a Papá Noel.
Una vez en la furgoneta, todo el grupo fuimos a la oficina de inmigración y aduanas ya que para todos, era el primer día en Dominica y todos habíamos llegado en velero. Nos cobraron 40$EC pero los trámites fueron relativamente rápidos excepto para la pareja de franceses que tuvieron ciertos problemas con unos puros y cigarrillos que acababan de comprar.
De allí, nos pusimos en ruta hacia las Victoria Falls a las que había que llegar a través de una carretera que recorría una pequeña parte de la costa este de la isla. Estas cataratas no suelen ser de las más visitadas de la isla pero nos gustó mucho conocerlas porque para llegar a ellas hubo que hacer una pequeña excursión por el cauce de un río y a través de un bosque que fue muy entretenido. Gracias a esta excursión, empezábamos a comprender por qué a la isla la llamaban la isla verde. La vegetación era muy frondosa y húmeda y los árboles eran preciosos, con un tamaño enorme, lianas que colgaban de ellos y raíces que sobresalían del suelo. El recorrido por el cauce del río no era facilísimo porque había que ir atravesando el río continuamente y en ocasiones, trepar por grandes piedras muy resbaladizas. No obstante, no era difícil aunque la pareja francesa mayor tuvo muchos problemas y la mujer, muy insegura la pobre, se iba cogiendo sin ningún reparo al brazo de Sandra ante cualquier mínima dificultad aunque sólo fuera a pasar el río con el agua a la altura de los tobillos y con un fondo liso de arena fina.
Finalmente, llegamos a la cascada que era realmente espectacular tanto por su caudal como por su altura. A los pies de la cascada, se formaba una piscina enorme y el entorno, de un color verde intenso, hacían aún más bello el lugar.
Era el momento del baño. Pancho se tiró rápidamente al agua y nadó hasta la base de
Con el salto, se acabó el bañó y tras secarnos, iniciamos el camino de regreso. Al lado de donde habíamos dejado la furgoneta había una especie de restaurante en una cabaña de madera en medio del bosque tropical que curiosamente, era del primo de Pancho, y allí comimos usando la cáscara de medio coco como plato y como cubiertos, unos trozos de la cáscara del mismo fruto. Todo muy rústico. La comida fue vegetariana y muy rica pero algo carita para los precios de las comidas locales, al cambio 6€. Eso sí, pudimos repetir todo lo que quisimos y para ello entrábamos nosotros mismos en lo que se podía llamar la cocina y nos llenábamos de nuevo el coco directamente de
Durante la comida hablamos especialmente con los franceses que como venían de las islas caribeñas de más al norte, nos pudieron recomendar un par de sitios.
Después de la comida nos subimos de nuevo a la furgoneta y nos dirigimos al valle que formaba el río Rouseau. Vimos de muy lejos las Trafalgar Falls y entramos en el Woten Waven que era una zona famosa por sus naturales aguas calientes. Allí, fuimos a conocer uno de sus spas locales. El escogido fue el denominado Ti Kwen Glo Cho, que por una entrada de 5$USA, te permitía bañarte en una piscina de agua caliente bastante embarrada rodeada de vegetación. También había en el lugar una zona con tres bañeras individuales muy cutres que se iban llenando también de aguas calientes. Era curioso como entendían que era un lugar de relajación.
Tras el baño y ya de noche, regresamos hacia los respectivos barcos. Durante el viaje se notó que estábamos todos muy cansados ya que la risa contagiosa del martiniqués que se había oído durante todo el día acompañando la risa de Pancho, ya se dejó de oír.
El día siguiente, domingo, lo pasamos relajados en el barco, limpiando la cubierta con el antióxido, escribiendo, ordenando fotos y consultando Internet porque descubrimos que desde el barco teníamos conexión. Un día tranquilo.
El día 9 de abril nos dirigimos a tierra con la idea de ir a la capital y de allí coger un bus para ir a visitar algo pero en el muelle, nos topamos con Pancho que nos dijo que él se iba con parte de la familia martiniquesa al Titou Gorge y a las Trafalgar Falls y que si queríamos podíamos ir con ellos. Nos volvió a pedir 100 $EC y le dijimos que de acuerdo si nos daba además dos días más de boya. Tras el acuerdo nos subimos en el pequeño todoterreno que estaba tan abarrotado, que Pancho y Dani fueron en el maletero que era bastante reducido. No obstante, no se agobiaron porque Pancho abrió totalmente el portón trasero y pudieron colgar las piernas por el exterior.
Saliendo de Rouseau pasamos por el jardín botánico ya que la carretera la atravesaba por medio y en él pudimos observar la imagen típica de ese lugar, un autobús aplastado por un enorme árbol baobab que el último huracán tumbó encima.
De camino pudimos ver un poco el bosque de lluvia mientras Pancho, muy animado, decía que le encantaba su vida y que hacía un día maravilloso. No paraba de hacer bromas. La verdad es que era muy simpático y parecía que todo el mundo lo conocía porque en cualquier lugar lo saludaban con una sonrisa en la boca.
Nos encaminamos entonces hacia el Titou Gorge, un cañón que el agua había esculpido entre rocas y que también era uno de los lugares típicos a visitar en Dominica. El comienzo del mismo era una decepcionante acumulación de agua pero nadando un poco, las altas paredes de piedra negra y lisa se estrechaba hasta que sólo las separaban un par de metros. La densa vegetación que había en la parte superior de las paredes hacia que la luz que llegaba fuera mínima y así fuimos nadando un rato hasta que un salto de agua nos obligó a trepar por él hasta una pequeña piscina que también estaba iluminada con una tenue luz y que seguía metida en el cañón. Esta piscina se alimentaba de una cascada aún más alta que la primera y la verdad es que el lugar daba mucha impresión. Estuvimos un rato bajo la cascada y luego ya salimos. El frío nos atenazaba porque el agua estaba fresca y el sol no nos había dado en todo el recorrido por el estrecho cañón. Encima, solo salir se puso a llover con bastante fuerza.
Tras el Titou Gorge, nos fuimos hacia las Trafalgar Falls que son las cascadas más conocidas de Dominica. Al verlas enseguida entendimos el porqué. En un exuberante entorno rodeado de vegetación estaban las dos cascadas. Ambas eran muy altas y ambas parecían que salían de detrás de las misma montaña redonda y verde a la que bordeaban antes de precipitarse al vacío. Pero aunque pareciese que ambas cascadas tenían el mismo origen, no lo tenían como demostraba que el agua de una fuera fría y de otra fuera caliente. Ahí estaba su mayor peculiaridad. Era impresionante ver una cascada de semejante caudal exclusivamente de agua caliente.
Nos bañamos un rato en el amplio estanque que creaba la cascada de agua fría y después nos fuimos con la furgoneta a comer a un restaurante. Los precios de las excursiones nos valían la pena pero los extras nos descolocaban un poco porque la comidita nos costó 26 euros a los dos por un pollo con una variedad de verduras locales. Era lo malo de moverse con un grupo.
Del restaurante, volvimos ya al barco y pasamos el resto de tarde leyendo guías preparando nuestros siguientes días y travesías.
Al día siguiente nos fuimos a visitar un poco Roseau. Visitamos el Old Market, que situado enfrente de donde amarraban los grandes cruceros, ahora sólo vendían souvenirs típicos que los turistas de los cruceros, muy característicos, adquirían ávidamente. También visitamos
Tras comer rápidamente por la ciudad, cogimos un bus hacia
Con el bus llegamos a
Tras visitar el “idílico” lugar, quisimos regresar hacia Rouseau. Esperando en la carretera a que pasara un bus, salió del recinto un dominico que en cuanto vio el paso de un camión de construcción, pidió al conductor que se parara. El conductor se paró muy gentilmente y entonces, el señor que había parado el camión nos dijo que nos subiéramos con él. No lo dudamos y enseguida nos aposentamos en la parte trasera del camión, al aire libre y entre
Estuvimos allí un buen rato entreteniéndonos con las burbujitas del curioso lugar y tras el baño, volvimos hacia la carretera para coger un bus de vuelta al barco. De camino hacia la carretera vimos que al lado del camino había muchas iguanas en libertad y que deberían estar acostumbradas al paso de la gente en dirección al arrecife ya que no se espantaron ante nuestra presencia.
El día 11 de abril nos levantamos muy pronto con la intención de ir al Boiling Lake (Lago hirviendo), el lugar más espectacular de Dominica. El motivo de madrugar es que el paseo de ida y vuelta al lago duraba seis horas y encima, teníamos que ir a donde se iniciaba el recorrido en transporte público y descubrir primero, dónde debía cogerse el autobús.
En el pantalán nos encontramos a Pancho que se ofreció a llevarnos pero finalmente su ofrecimiento se limitó a que un amigo suyo taxista, nos llevara a nuestro destino. El taxista nos pidió por ello y a priori 40$USA y rechazamos la propuesta porque era caro para nosotros ya que al mismo lugar podíamos llegar en bus. El taxista sin embargo, muy amable, a pesar de nuestro rechazo, nos llevó gratis a Rouseau y nos indicó dónde se podía coger
Desde el Titou Gorge, nos adentramos en el bosque tropical. La vegetación era tan densa que la lluvia, que seguía cayendo, no nos mojaba y se quedaba entre las hojas. Cuando la lluvia paraba, se escuchaban por todas partes cantos de pajarillos de curiosos e incluso estrafalarios sonidos. El camino no paraba de subir y bajar. Especialmente, no paraba de subir. El recorrido era evidente y estaba muy bien preparado ya que con troncos de árboles, habían hecho escalones en todas las pendientes. De lo contrario, a la primera lluvia todo el sendero se habría convertido en un tobogán de lodo tal y como habíamos comprobado en una de nuestras excursiones en Granada. No entendíamos que con lo evidente que era el recorrido, las dos guías turísticas en papel que teníamos decían que era imprescindible la compañía de un guía profesional que nos orientara y que además, era bastante caro. Menos mal que en la oficina de turismo nos comentaron que lo habitual era ir con guía por la dificultad del recorrido en cuanto a distancia pero no por la posibilidad de perderse porque estaba bien indicado como pudimos perfectamente comprobar.
El camino descendió cruzando un río y luego ya no paró de ascender. La lluvia arreció en ese momento y nos empapamos tanto, que ya nos daba igual que lloviera o no. Estábamos tan mojados como si nos hubieran echado a una piscina. El clima era cálido y no hacía frío pero cuando llegamos al punto más elevado del recorrido, el viento nos hizo estremecernos un poco de frío. Sandra se abrigó un poco y continuamos caminando bajo el cielo gris plomizo. Finalmente, alcanzamos Desolation Valley, que era un valle donde existían fumarolas y aguas burbujeantes. Los efectos volcánicos habían hecho un agujero en la verde vegetación y allí sólo podían verse las piedras grises y amarillas de carácter volcánico y sentirse el característico olor del azufre. Tras Desolation Valley, continuamos por el cauce del río que también había atravesado dicho valle y que era de agua caliente y por un rato y de nuevo, nos introdujimos en la espesa selva tropical. Cruzamos un par de veces más el cauce del río que había crecido mucho su caudal por los efectos de la fuerte lluvia tal y como apreciaríamos a la vuelta en que vimos que el caudal, unas horas más tarde, era mucho menor. Pasar por el medio del río no nos molestaba porque estábamos totalmente mojados y el agua caliente reconfortaba más que enfriaba. Y al poco rato, la vegetación volvió a desaparecer y una gran columna de vapor nos indicó que nuestro destino estaba cerca. Por fin, llegábamos al Boiling Lake que pudimos ver tras subir un repecho. El lugar era impresionante y muy extraño. El lago era casi una circunferencia perfecta de
Finalmente, tras seis horas de caminata, llegamos de nuevo al inicio del recorrido e iniciamos el camino hasta Laudat que era donde podríamos coger de nuevo el bus de vuelta a Rouseau. Esperando a la furgoneta en la parada de buses, un coche de alquiler con una pareja que habíamos saludado hacía poco rato en el barranco del Titou Gorge nos ofreció a llevarnos a Rouseau porque ellos iban hacia allí. Ella era una profesora francesa destinada en Guadalupe y él, un californiano que vivía con ella. Ambos eran muy simpáticos y ella hablaba bastante bien español sólo con lo que había aprendido en
Llegamos a Rouseau y aunque nos ofrecieron llevarnos hasta donde teníamos
Al día siguiente, 12 de abril, tras visitar el centro y sur de la isla, queríamos irnos al norte para conocer dicha zona. Antes de partir no obstante, Dani desembarcó y se fue a Rouseau a obtener un permiso de navegación que era necesario para navegar por la isla. Se lo hicieron rápidamente y no tuvo que pagar nada por él. Menuda burocracia absurda porque no creemos que sirviera de mucho dicho papelito. Luego Dani, se despidió del simpático Pancho y le pagó la excursión que todavía no le había abonado y la última noche de boya (25$EC-7,45€). Era bonito ver como Pancho se fiaba de que la gente le pagara sin que tuviera que estar encima pidiendo el dinero.
Tras la despedida, partimos con el Piropo rumbo norte. El viento, a sotavento de la isla era nulo y si soplaba un poco, o venía de proa o cambiaba de dirección continuamente. Con ese panorama, la corta navegación entre Rouseau y Portsmouth se hizo exclusivamente a motor. Navegamos muy cerca de la costa aprovechando el gran desnivel que había en el fondo ya que a relativamente poca distancia de la orilla, el profundímetro ya no detectaba fondos y eso que su nivel de detección superaba los
En la bahía vinieron a recibirnos los típico “boatman” del Caribe que te ofrecían de todo, boyas, paseos turísticos, hielo, etc, pero rechazamos todo y ya fondeados, dejamos transcurrir tranquilamente el día haciendo diversas labores a bordo.
Por la noche, y tras escuchar el chapoteo que organizaban los peces, se nos ocurrió iluminar el agua con nuestro potente foco y lo que vimos fue un bonito espectáculo marino. Por un lado y casi inmediatamente, vinieron pequeños bichos a la luz y poco a poco, fueron apareciendo peces de pequeño tamaño que comenzaron a darse un festín con los primeros visitantes. Cada vez eran más y más peces que pasaban a toda velocidad, comían y se iban. Y además de eso, aparecieron hasta tres peces agujas de un color azul turquesa casi fosforito que simplemente se quedaban quietos allí donde alumbrabas. Si movías el foco a la derecha ellos se iban a la derecha y si lo movías a la izquierda, hacia la izquierda se iban. Nos distrajimos un buen rato explorando la fauna marina local y más tarde, nos fuimos a dormir.
El día 13 de abril fue nuestro último día en Dominica. Queríamos visitar Portsmouth y sobretodo, el Indian River, por lo que desembarcamos en nuestro dingui en uno de los varios pantalanes que habían en la playa para los auxiliares. Caminamos por toda la ciudad que era bastante pequeña y sobre el puente que cruzaba el Indian River un hombre nos paró para ofrecerse como remero y llevarnos con su barca por el río. Rebajamos en 10$EC a 40$EC (11,92€), el precio por persona por el paseo ya que ese era el precio que sabíamos que se abonaban habitualmente aunque todos los remeros inicialmente pedían el primer precio. Luego, pasamos por una gasolinera a abonar 5$USA como tasa turística y con eso, ya pudimos embarcarnos junto con nuestro remero al pequeño bote de remos e iniciar así la remontada del río que serpenteaba a través de una selva tropical llena de manglares.
Nuestro guía-remero nos iba explicando alguna cosa, como se llamaba tal pajarillo, qué profundidad tenía el río, etc., pero nosotros también le íbamos preguntando muchas cosas que el pobre hombre y lógicamente, no siempre contestaba con la misma seguridad.
El paseo por el Indian River era una de esas cosas típicas para hacer en Dominica y realmente, sin ser espectacular como el Boiling Lake o curiosas como el Champagne Reef, era una experiencia verdaderamente agradable. El bote de remos (está prohibido navegar a motor) generaba un suave chapoteo que junto con el piar de los pájaros, eran los únicos sonidos que se escuchaban en nuestro lento avance por el río. La vegetación llegaba hasta la misma orilla del río e incluso más, ya que la mayoría de zonas eran manglares que son zonas que se caracterizan porque los árboles meten sus raíces en la propia agua. Así pues, la orilla no se formaba de tierra sino de las propias raíces de los árboles. La excursión tenía un final poco salvaje ya que se llegaba a un bar que si bien, estaba bien adaptado a la vegetación, era el típico para que los turistas que llegábamos en barca muy a cuentagotas, hiciéramos una consumición. El lugar estaba tan desierto que cuando llegamos sólo estábamos la camarera, nuestro remero-guía y nosotros. Tras tomarnos un zumo de grapefruit, iniciamos el camino de regreso que fue igual de tranquilo que la ida.
Nos despedimos de nuestro amable guía y nos dirigimos a la oficina de aduanas e inmigración para cumplimentar los papeles de salida del país ya que al día siguiente teníamos previsto dejar Dominica. Dichos trámites nos costaron 2$EC (0,60€).
Ya con los papeles listos, regresamos a la ciudad ya que la oficina de inmigración estaba un poco a las afueras y vimos un tenderete donde vendían comida local. Comimos allí muy bien por muy poco dinero (al cambio 4,32€ cada uno), un abundante arroz con pollo, legumbres y ensalada. Tras la comida fuimos a un cibercafé en el que estuvimos sólo 15 minutos porque continuamente se quedaba colgado y no podíamos hacer nada y más tarde, ya nos volvimos al barco.
Y así fue nuestra estancia en la llamada isla verde, Dominica. Una preciosa isla por sus paisajes y sus gentes que recomendamos fervientemente conocer si se visitan las Pequeñas Antillas.
En la siguiente entrada os contaremos como nos ha ido por las islas de Les Saintes, unas pequeñas islas dependientes de Guadalupe.
Un abrazo.
tia dolo dice:
No entro más porque la envidia me corroe.
Què bonito todo, quue mar, que agua, que flores, que……
Muchos besos
olga de creu alta dice:
Hola Sandra, ahora hace días que no te digo nada, entre unas cosas y otras, ya sabes. Por aquí todo bien, empieza la recta final del curso y , como no, la acumulación de faena. Como novedad Rebeca ha plegado ya hoy para seguir bien con su embarazo 18 semanas y volverá cuando acabe la baja de maternidad. Ya veo por las fotos, que os va todo muy bien, vaya sitios más bonitos, vaya "pìscinas de agua caliente", qué envidia.. todo súper chulo. Os veo a los dos muy contentos y dominando muy bien el tema. Muchos besos y hasta pronto.
Blanca dice:
Hola!
Gracias a la reciente visita, me entero un poco más del tema navegación. Ay, qué bien el mar, qué bien los viajes…Qué bonita se ve Dominica…todo paraíso.
Mil besos!