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CONCURS D’IDEES. EDIFICI CULTURAL. AJUNTAMENT DE PEDREGUER, Alicante 2000 (2º PREMIO)

 

© GUILLERMO GUIMARAENS, TOMÁS SORIANO, PABLO BARQUERO

 

¿Acaso el sol se dignaría hacer lo que la lluvia?

¿Acaso Asclepio lo que la diosa portadora de las mieses?

¿Y qué decir de cada uno de los astros?

¿No son diferentes por un lado, y por el otro colaboradores en lo mismo?

MARCO AURELIO, Meditaciones

 

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  • Acerca de la idea poética del proyecto: Los dos muros dialogantes, Cástor y Pólux

 

Dos muros se extienden por la parcela como elementos generadores de la arquitectura. Dos muros que delimitan el espacio que transcurre entre ellos permitiendo distinguir con claridad la sucesión de los mismos.

Pero estos muros dialogan, y si uno discurre exteriormente dando respuesta a todo lo que acontece en su entorno inmediato, el otro transita por las entrañas del edificio definiendo su corazón, el gran espacio de la sala diáfana, y dos espacios menores que se podrían entender englobados en una misma categoría, pues todos van a supurar música.

Son los propios muros los que definen sus aberturas, ubicadas en puntos muy concretos para favorecer las visuales, la entrada de luz, la ventilación…  el diálogo con el exterior y con su mismo interior.

Los grandes muros de hormigón evocan la cercanía de las naves industriales, y, lejos de solidarizarse con su frialdad, utilizan su tonalidad, la textura del hormigón… para demostrar que semejante material es sincero, un material convencional convertido en justo protagonista, pues es la razón de ser de los elementos configuradores de los muros y al mismo tiempo, es la seña de identidad del entorno próximo.

Entendiendo estos muros se puede leer la totalidad del proyecto, ya que sin los muros, la identidad del mismo se diluye, se diluye la intención del dialogo… pues el muro exterior se puede entender como sencilla medianera a la que un día podrá adosarse un edificio sin mermar la imagen, pero al mismo tiempo, asume la posibilidad de que el edificio permanezca exento, aislado, potenciando aún más la idea de hito visual.

Ese muro que permite la separación de los lindes y la compartición de su medianera, se hinca en el terreno y permite el vaciado del mismo para alcanzar las profundidades del sótano y contribuir a la aportación de ese hálito de luz y aire que todo sótano necesita para sobrevivir de la típica sensación angustiosa de encontrarse bajo tierra. De este modo, el muro se convierte en benefactor, en gran héroe salvador de un espacio que no podía tolerarse irremisiblemente perdido en la profundidad, devolviéndole el espacio exterior y convirtiendo la fachada del sótano en un espacio que abre al verdor de un jardín y su arbolado, al aire fresco y perfumado que este proporciona, a la luz que desborda desde las alturas.

Pero el muro perimetral no acaba su función, y de ser muro de sótano se convierte en elemento separador de la medianera que separa a nuestro edificio del talud de la carretera, permitiendo la extensión del patio de sótano en planta baja a través de toda la fachada posterior del edificio y evitando que una fachada que podría estar destinada a convertirse en elemento trasero se convierta en una pared acristalada que mira al pequeño jardín longitudinal en las cotas bajas, allá donde se interpone a la visión el talud de la carretera, mientras que en cotas superiores, el muro permite que la vista se eleve por encima de la carretera al horizonte salpicado de cultivos y pintorescos montículos ocres. Curiosamente, este muro exterior al que, poéticamente hemos dado el nombre de Pólux, se solidariza con esa pendiente artificial depositaria del tráfico continuo y asciende en altura acompañándola.

La perturbadora caseta del Centro de Transformación, que aparece caída en una esquina del solar, no permanece indiferente, y aún sin pretender convertirla en un elemento de tanta trascendencia visual como para condicionar el proyecto, el muro no duda en efectuar un pequeño guiño, el guiño de un pliegue que se cierra tras la pequeña edificación conformando un acceso posterior al edificio e integrando la totalidad del mismo al entorno, demostrando que se trata del muro integrador, sensible al exterior y que, nada más materializado, se insertará propugnando que su intención ha sido siempre la de evitar perturbaciones exteriores sin dañar en absoluto la imagen de un edificio, que debe compaginar un cierto carácter simbólico, dada su ubicación en la proximidades de una vía de comunicación que grabará el recuerdo de la imagen en la retina de cada viajero, como la necesidad de una solución asequible, constructiva y económicamente.

De todos modos, como ya comentamos, los muros no pueden concebirse como murallas inexpugnables, infranqueables, sino como un elemento con la suficiente solidez y coherencia estructural así como la necesaria potencia de imagen. Sus poros son pues esas rasgaduras que aparecen, sin ser excesivas para generar dudas acerca del concepto de muro, pero necesarias para facilitar vistas y accesos. Así en Pólux descubrimos una primera apertura que vuelca a la zona deportiva. El objetivo de ésta es prever la posibilidad de que, si por algún motivo el solar colindante no se edifica o bien se proyecta como zona deportiva al aire libre, desde un espacio como la cafetería se pueda contar con una vista a ese espacio abierto. No obstante, una abertura entendida como simple hueco vacío en un muro, permite la construcción adosada al propio muro sin perjudicar en absoluto el transcurrir interior de nuestro edificio, pues las vistas de la cafetería aún gozan de un escape hacía el jardín inferior.

Un nuevo hueco aparece en el extremo opuesto del muro, abriendo el edificio hacia la que se ha definido como zona verde. La altura que alcanza el muro en todo su desarrollo oscila entre valores que imposibilitan el acceso prohibido al edificio hacia algún patio interior utilizando el recurso de sortearlo.

 

El muro interior, el denominado Cástor, se convierte en un gran pliegue en forma de “U” que encierra los espacios de música, siendo su frente abierto el que abrirá a la zona verde.

 

Sutilmente, el remate de ambos elementos va transitando a diferentes cotas en función de las exigencias funcionales, y en las azoteas se convierte en petos protectores que ocultan a la visión toda la disposición de maquinaria de instalaciones, al tiempo que convierten al edificio en un objeto con un cierto grado de identidad, insertado en el entorno pero amable y personal, con reminiscencias de las construcciones próximas y de los montículos que jalonan las proximidades.

CASTORIPOLUX_Plantas_BR

 

Voy a pararme aquí. Voy a hacerme la ilusión de estar viendo eso

(es cierto que lo vi cuando, por un instante, me detuve);

y no, aún, aquí mis fantasías,

mis recuerdos, las ficciones del placer.

(…)

Saca el mar su voz escondida-

Voz que penetra

En nuestro corazón, lo conmueve

Y lo deleita.

Delicada canción que nos entona el mar,

Canciones que tres grandes poetas compusieron,

El sol, el aire y el cielo.

 

C.P.CAVAFIS

 

  • Acerca del concepto del Edificio Cultural y su materialización en el proyecto.

 

Hemos entendido el edificio como un edificio sectorizable en usos de tal modo que cada sector diferenciado pueda funcionar independientemente o vinculado a los restantes. La base que nos ha llevado a alcanzar este modo de plantear el proyecto la razonamos de acuerdo con el programa exigido.

La gran sala diáfana la entendemos como un gran espacio multiusos, el verdadero corazón del proyecto, y que tal como se ha planteado podría convertirse en un auditorio de alta calidad acústica si así se considerase oportuno hacerlo. Planteada más como gran recinto para las actuaciones frecuentes que se desarrollan en la localidad, desde festivales de bandas, espectáculos de danza, verbenas o conciertos nocturnos, se hace necesario comprender que el espacio debe resolver las exigencias de cada función que se le pueda solicitar. De este modo, la banda húmeda y de servicios del centro cultural se apoya en el muro que define la sala diáfana, convirtiéndose en una secuencia de módulos que pueden dar servicio indistintamente a la sala diáfana o al centro cultural según se desease. La cuestión radica en resolver dos tipos de posibilidades extremas, por un lado se podría plantear una representación con una carga protocolaria mayor en la que se desease establecer la recepción hacia la sala de actuaciones a través del hall del Centro así como la posibilidad de conectar la cafetería al acontecimiento. Por otro lado, nos podríamos encontrar con el típico concierto nocturno, en el que se pretende evitar que el público transite por el centro cultural, accediendo directamente a la sala de conciertos y se extienda por el exterior. Sería el caso de una verbena tradicional en la que incluso podría habilitarse una barra en la zona húmeda de servicio directo a la sala diáfana, o apoyar la misma en el muro de fondo de la sala. En este último caso, el público debe contar con una zona de servicios, que se resolvería accediendo desde la sala al núcleo húmedo del Centro cultural, que para la ocasión, impediría la comunicación con el resto del centro, que permanecería cerrado. En dicho núcleo de servicios se contaría con un espacio de camerinos que accedería directamente a la parte posterior del escenario, así como de un almacén también conectado con el escenario, con la sala y con el exterior sin necesidad de transitar por la sala recurriendo a la pieza que conecta el parking con el espacio trasero del escenario.

Junto a la sala diáfana, otro espacio que puede funcionar independientemente sería la cafetería, con acceso directo desde el exterior o desde el centro cultural según se desee, así como dispuesto próximo a la futura zona deportiva, con la posibilidad de contar con visuales a ésta en caso de que se concibiese descubierta.

Insertado entre sala diáfana y cafetería aparece el Hall del centro Cultural como verdadero elemento distribuidor, desde el cual se accede a ambos espacios o bien se transita a otras plantas del edificio donde se ubican los espacios íntimamente vinculados con el centro y que requieren del posible control de acceso. A pesar de su carácter de cuña incrustada entre cafetería y sala diáfana, la morfología del Hall concibe la posibilidad de contar con un panel compartimentador que seccione el mismo cerrando el centro cultural por un lado y creando una antesala abierta que comunica Cafetería y sala diáfana en el caso de que un día determinado exista la necesidad de funcionamiento de ambos espacios cuando el Centro Cultural permanece cerrado.

 

Con esta idea clave de prioridades funcionales, el edificio se desarrolla tras sortear el acceso al hall con un pequeño espacio de oficinas en planta baja que vuela sobre el patio del sótano. Un pasillo acristalado que vuelca sobre el patio, acompaña al núcleo húmedo en el que se suceden los servicios masculinos y femeninos, en los cuales se han insertado las respectivas cabinas para discapacitados. A continuación el espacio de almacén que puede dar servicio a la sala diáfana o al Centro Cultural y, finalmente, los camerinos y el acceso a la parte posterior del escenario de la sala diáfana. Este espacio que podría entenderse como trasero, no es tal al contar con una gran perforación en el muro exterior que permite las visuales hacia la zona verde.

 

A través de las escaleras y el ascensor dispuesto al final del hall, se puede acceder a la planta sótano, directamente a un pequeño vestíbulo iluminado por el patio ajardinado por un amplio paño de vidrio que permite el acceso al mismo. La gran sala que se ubica en esta planta será la sala polivalente, iluminada y ventilada a través de una de sus paredes directamente por su vecindad al patio lateral que separa al edificio de la medianera. La pared opuesta, materializada por el ensanchamiento de un pliegue del muro Pólux, es en realidad un verdadero muro de sótano y de contención.

 

Si desde el Hall ascendemos a la planta superior alcanzaremos un segundo vestíbulo cuyo frente se comunica en doble altura con el hall principal, sin perder en ningún momento la presencia continua de los muros configuradores del proyecto. Este vestíbulo superior distribuye hacia la sala de danzas, contenida por el pliegue del muro Pólux, y, enfrentadas a ésta, encontramos la sala de “dolçainers” y la de bandas, dentro del espacio configurado por Cástor y volando sobre la sala diáfana sobre la que tienen una visión testimonial. Las diferentes cotas de las cubiertas permiten que estas dos salas, especialmente la de “dolçainers”, que podrían carecer de iluminación y ventilación natural por ser interiores, gocen de una amplia rasgadura cenital practicable de tal modo que el proyecto resuelve todos sus espacios con amplia iluminación y ventilación naturales. Por su parte, la sala de Bandas, al encontrarse en fachada, también respira a través de la perforación longitudinal que se efectúa en el muro Cástor.

El núcleo húmedo de la planta primera cuenta con las mismas celdas de servicios que teníamos en la planta baja, pero, a continuación, en lugar del almacén que servía a la sala diáfana, se emplazan dos almacenes para uso de las salas de esa planta, o bien ser reconvertidos en archivos o futuros despachos del edificio. El extremo de la banda de servicio que vuelca a la caja del escenario se convierte en una cabina de control del mismo, ya sea para grabaciones, control de iluminación… A esta se puede disponer un acceso independiente del centro cultural a través del espacio posterior del escenario.

Finalmente el juego transitorio de los muros en altura permite que la caja de escaleras o el mismo ascensor puedan ser llevados a cubierta, sin que el emplazamiento de maquinaria de instalaciones o cajas de maquinaria del aparato elevador dañen la imagen del edificio.

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